Homanaje a Benedetti (antipoema cuatro)

CARROS EN EL FERROCARRIL

(Sobre los cados en el fedocadil)

En el costal todas las carabelas se amontonan

Con redondos caramelos masticables

Reminiscencias penetrantes, angelitos lácteos que te aman

Revolotean salvadores por la nada

Sin distinguir aún el llanto de la carcajada.

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Con los juguetes brillantes y redondos

Son color esmeralda los ojos del demonio

Y algo huele mal en el saco de mamá

¿Es mi analista quien me lavará? Perdón, ¿salvará?

Cuando abre el cofre suena la canción.

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Un gemido delirante y da vueltas la lagarta

¿De esos gritos confusos quieres ser salvada?

El suave dulce anti-heroico, que se envuelve en paja ensangrentada

Humilde redondez que invade y domina el interior

Moralista prepotente, sátiro castigador, pseudo-homero, soñador.

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¿Dónde cayó tu poder, a no ser en tu interior?

En tu indefenso paladar todo se derrumbó

¿No es mejor ser un frailecillo permeable, sin miedo al bombón?

Que trauma el de esos esqueletos racionales

Eruditos en ballenas, letras de sabores amargos ¿son estos los especiales?

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Submarinismo contra plomería postmoderna

No hablo de tubos y fluidos, no hablo de la ilustrada ciencia

Es psicología clásica, sabiduría eterna

Un manto en la ventana, ábrela, nadie te regaña

Canta, canta, canta, canta con ganas.

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¿De qué tamaño es lo subjetivo?

Intimidad unicolor ¿Eres acaso un agonizante abismo?

¿Cómo entonces siento este ilógico silogismo?

Repentinamente todo lo íntimo cabe en un individuo

Un hueco infinito en la oquedad, paradójico subjetivismo.

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Aquella esfera abandonada y desprotegida

¿Quién decora las camas?

¿De qué color queremos las persianas?

Y en un maniquí un rosario de buena marca

Es el techo una cúpula celestial, con una cantata malograda.

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No respiro, ¿pero en qué cámara respiraba?

¿Pero qué hace un hombre desterrado? un naufrago en una ráfaga

Inmerso en una extraña sintonía entre peinado y personalidad

Como da placer en esa apatía un mostacho por la mitad

No hay puesto posible y todo se parte poco a poco en esta ciudad.

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Es por el deseo que se aprende hablar

¡Qué feliz esa infancia donde hablaba mal!, ¡qué agónica esta vida donde finjo hablar bien!

Sinónimos y silencios de vergüenza, hay cosas que no quiero

¡Qué causalidad!, no sé decirlo tampoco

Marielita si te dicen tercermundista, sácate un moco.

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Místico evolucionismo ¿Qué contemplas con tanta excitación?

Como un zoólogo agustino en las agua del Limasol

Sólo veo decadencia con el cínico bastón

Un paquete de turismo, y en la cabeza el eterno chichón

No aguantes el dolor, elévate, en la idea está la solución… ¡Ay! Más dolor, más dolor.

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¿Dónde está mi bienaventurada desvergüenza?

¿Dónde los pelos de mi espalda?

¿Dónde mis hermanos que muerden y acicalan?

Depílame la línea de la razón

Filósofo o estilista, es lo mismo, sólo quiero una esperanza, si no una ilusión.

A.M.A.